En pocos días el destino me ha proporcionado la excepcional oportunidad de conocer un poco más al pueblo romanó o gitano. Primero la revista Carrer (editada por la Favb) encargó hacerme unas fotos de una familia gitana del barrio del Bon Pastor, la familia de Juan José Fajardo. También tuve el placer de conocer y hacer fotos al oncle Amadeu del barrio de Hostafrancs.
El trabajo fue muy interesante ya que no estamos demasiado acostumbrados a ver cómo vive esta comunidad y, todo sea dicho, siempre pesan más los perjuicios que la realidad.
Además de pasar una buena tarde con la familia Fajardo y hacer mi trabajo, intercambiamos contactos por si en un futuro querían o necesitaban un fotógrafo. Yo, evidentemente, encantado!
Pues dicho y hecho! No había pasado un mes del primer encuentro que suena el teléfono y … el señor Fajardo me pregunta si quiero asistir al casamiento de uno de sus hijos.
Por suerte tenía la fecha libre y pude decir que sí. Realmente tenía muchas ganas de ir a un evento que habitualmente está algo vetado al personal que no tiene nada que ver con la familia.
Una vez allí, bien puntual, bajó el padre del novio en la calle para encontrarnos y hacerme cinco céntimos de cómo iría la ceremonia. Es de agradecer que me diera algunas pistas para poder moverme cómodamente y saber dónde se tiene que estar en cada momento de la ceremonia.
Así que con las indicaciones bien anotadas en la neurona subimos al piso. Allí en Josué estaba en camiseta y pantalones. Esto sorprenderme un poco, pero bueno, con el ambiente de fiesta y felicidad que había puse a mi papel y me desenfundar la cámara.
La primera parte de la ceremonia consiste en ir a la habitación del novio donde la familia más cercana iba vistiendo el joven nubio. Eso sí, no penséis que es como vestir un maniquí, no! Cada miembro de la familia le colocaba una pieza y después hacían un pequeño baile y un sincero abrazo fraternal. Los últimos en adornar el novio fueron los abuelos; unos importantes patriarcas de esta comunidad romanó. La felicidad y alegría no paraba, es más, iba in-crescendo luego que llenaba el pequeño piso de familia y más familia.
Una vez que el novio ya estaba listo aprovechamos para hacer retratos con los padres, abuelos, hermanos, tíos y demás familia.
A continuación bajamos todos a la calle para atravesar el barrio hasta una plaza cercana. El paseo no estuvo ausente de palmas y cantos que anunciaban el barrio del inminente enlace de los jóvenes.
Una vez en la plaza otro grupo de gitanos esperaba pacientemente. Me explicaron que era la familia de la novia y allí los patriarcas se reunieron para charlar de sus cosas. Después de unos pocos minutos tuve la sensación de que ambos grupos se felicitaban, aceptaban dándose la mano y un fuerte abrazo.
En medio de las dos familias fueron presentándome los abuelos, padres y resto de familia de la novia. A continuación me hicieron seguir la abuela de la novia hasta una casita con jardín que había muy cerca. Allí me esperaba una grata sorpresa. En un comedor bien guarnecido todas las mujeres y niñas de las dos familias estaban celebrando su fiesta particular con la novia; ella estaba espectacular, con un vestido amarillo y bien adornada con toda una colección de complementos.
El protocolo manda, si no me equivoco, de felicitar la Verónica (la novia) dedicándole un baile improvisado. Evidentemente la música la ponían las mismas mujeres cantando y haciendo palmas.
El ambiente era festivo y muy emotivo, la madre del novio y la abuela abrazaron y felicitaron la nueva miembro de la familia bailando.
Pero de repente una señora se acercó y invitarme a salir al jardín. También hizo lo mismo con todos los niños. El objetivo era ejecutar el paso más importante del boda; la prueba del pañuelo. Pienso que todo el mundo sabe más o menos como esta tradición.
Una vez fuera volví a la plaza donde los hombres esperaban que finalizara esta parte de la ceremonia. No tuvimos que esperar demasiado, en unos 15 o 20 minutos ya se sentían las mujeres salir al jardín. Todo había ido bien.
Desde ese momento los jóvenes ya se podían considerar casados y bien casados.
A partir de ese momento subieron los novios en brazos y comenzaba la celebración cantando, bailando, haciendo palmas y tirando una ingente cantidad de confites. Sí, muchos confites! Esto sorprenderme mucho.
Después de mucho rato bailando en hombros de los hermanos y amigos aterrizaron para seguir bailando con el resto de familia, ya con los pies en el suelo.
Después de haber bailado con todos en un ambiente alegre fuimos todos a la plaza para presenciar una pequeña pero preciosa ceremonia que orquestaba una especie de pastor. La mayoría de gitanos son evangelistas y esta es la parte religiosa del casamiento. El pastor colocó una mano en la frente de cada uno de los novios y desearles lo mejor.
Después de hacer un montón de fotos con parientes y amigos mi tarea terminó. Ellos siguieron con un tentempié y una gran gran fiesta. Yo ya había visto y fotografiado la parte más interesante, mi primera boda gitana!